Yoggy alguna vez fue un perro feliz y saludable, amado y mimado por su dueño. Ella lo adoraba y él disfrutaba cada momento de su atención. Cuando falleció, su único deseo era que sus hijos cuidaran de Yoggy en su lugar. Pero las cosas no salieron como ella esperaba.
Los hijos de la casera habían estado peleando por la tierra y, cuando no pudieron ponerse de acuerdo, abandonaron a Yoggy en el patio trasero. Se quedó solo, hambriento y enfermo. Su pelaje, que alguna vez fue brillante, ahora estaba cubierto de musgo verde y su cuerpo estaba débil por la falta de comida y cuidados. Ni siquiera pudo ir al veterinario para recibir tratamiento.
Los días se convirtieron en meses y los meses en años. Yoggy esperó a que alguien viniera a rescatarlo, pero nunca llegó nadie. Lo abandonaron a su suerte, sobreviviendo con restos de comida y toda el agua que pudo encontrar. Su corazón estaba roto y se sentía abandonado y no amado.
Pero a pesar de su condición, Yoggy nunca perdió la esperanza. Se aferró al recuerdo de su dueña y al amor que ella le había brindado. Esperó y esperó, y finalmente, después de tres largos años, su corazón comenzó a sanar. Empezó a sentirse como un niño otra vez, lleno de energía y emoción.
Yoggy anhelaba ser amado una vez más, para compensar los tres años que había pasado solo y abandonado. Anhelaba la compañía humana, el contacto de una mano suave y el sonido de una voz amorosa. Y un día su deseo se cumplió.
Una familia de buen corazón vio a Yoggy en su patio trasero y lo acogió. Le dieron una cama cálida para dormir, mucha comida para comer y, lo más importante, amor y afecto. Yoggy estaba encantado y mostró su agradecimiento moviendo la cola y lamiendo sus caras.
A partir de ese día, Yoggy nunca miró atrás. Había encontrado una nueva familia, una que lo amaba incondicionalmente. Pasaba los días jugando y explorando, y las noches durmiendo profundamente en su cálida cama. Estaba feliz y contento, sabiendo que era amado y cuidado.
Al final, la historia de Yoggy fue de esperanza y resiliencia. A pesar de las dificultades que enfrentó, nunca perdió su fe en la humanidad ni su capacidad de amar. Y al final, ese amor le fue devuelto diez veces mayor.
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