Cada día, sin descanso, un mapa de 79 años se sumerge en las profundidades del mar azul y se embarca en un ritual tan conmovedor como extraordinario. Su misión es compartir un beso afectuoso con un pez que ocupa un lugar especial en su corazón, un beso que se remonta a hace tres décadas.
Esta cooperación emergente entre el mapa anciano y el pez tiene sus raíces en un acto de compasión y heroísmo que tuvo lugar hace treinta años cuando salvó al pez de una situación peligrosa.
Sus encuentros diarios debajo de las olas son un testimonio del poder imperecedero de la bondad, el amor y los vínculos rompibles que se pueden formar entre los seres humanos y el mundo paternal.