Los perros son miembros de la familia: nada es igual sin ellos. James Wathen, un paciente terminal, no tuvo más remedio que alejarse de su querido y fiel perro llamado Buda. La separación tuvo efectos en ambos, pero la fuerza de su vínculo y el amor mutuo aseguraron que se reunieran.
Budda es un chihuahua de ocho años muy cercano a su dueño. Un día, un amigo de Walthen, Dennis Elswick, le regaló a Walthen la esposa de su perrito, Bubba. Sin embargo, cuando Bubba se fue de casa, Ozzy, el otro perro de Elswick, se sintió solo y triste, extrañaba a su amigo.
Por lo tanto, Walthen decidió adoptar también a Ozzy. Lamentablemente, sin embargo, en 2014 Wathen y Bubba se vieron obligados a afrontar una serie de dificultades: durante el mes de marzo Ozzy murió. Su muerte hizo aún más fuerte el vínculo de los otros dos ya que uno sólo podía contar con el otro.
En 2014, el propietario también descubrió que tenía una enfermedad terminal y fue admitido en Baptist Health Corbin, en Corbin, Kentucky. Mientras estaba en el hospital, pensaba a menudo en su perro, no sabía dónde estaba ni cómo estaba.
Su estado empeoró, dejó de comer y de hablar. En ese momento, el personal médico se dispuso a buscar a su perro y llevarlo al hospital. El perro estaba en un refugio de animales y, al igual que su dueño, dejó de comer por falta de él.
Cuando llevaron a Bubba ante su maestro, James comenzó a llorar de alegría: no podía creerlo. Bubba meneó la cola y la lamió por todos lados. Esta escena conmovió a todos y demostró cómo los animales no son sólo animales sino compañeros de vida reales”. escribió Deanna Myers, directora del refugio de animales, en Facebook.
Desde que Bubba empezó a visitar a James, éste mejoró pero sólo temporalmente: en noviembre murió. Elswicks, su amigo íntimo, tras la muerte de James decidió llevarse a Buda con él y darle el amor que merecía.